Los sulfitos son el único conservante autorizado para el vino. Se utiliza desde la época de los romanos. Prácticamente todos los vinos los llevan y son inocuos para la salud en las cantidades legalmente establecidas, excepto para los alérgicos a esa sustancia, que no pueden beber los vinos convencionales. Esa es la razón de que aparezcan especificados en la etiqueta. No son visibles y están disueltos en el vino en cantidades muy pequeñas.
La normativa comunitaria establece las cantidades máximas de sulfitos que se pueden utilizar y que varían en función de cada vino:
Vinos blancos dulces especiales: 400 mg/l
Blancos, rosados o tintos con más de 4 g/l de azúcar: 300 mg/l
Vinos blancos y rosados: 200 mg/l
Cavas: 160 mg/l
Vinos tintos secos: 150 mg/l
Vinos naturales
Entre las excepciones se encuentran los vinos naturales que presumen de no añadir nada a la uva y consideran el Anhídrido Sulfuroso o Dióxido de Azufre (SO2) como perjudicial para la salud y le acusan de ser el culpable de los molestos dolores de cabeza y hasta de las resacas. Realmente se trata de la utilización de aditivos y conservantes, concretamente dióxido de azufre y sulfitos (E 220-228).
Por eso esta corriente apuesta por otras técnicas que eliminen la necesidad de añadir dióxido de azufre y proponen la hiperoxidación del mosto, la estabilización natural por el transcurso del tiempo y la sucesión de procesos físicos y químicos espontáneos, el control visual y organoléptico del potencial de oxidación, la limitación de la exposición del vino al aire, etc. Si os interesa este tipo de vinos, no dudéis en consultar https://vinosnaturales.wordpress.com/